Stéphane Villafane descubrió, durante sus estudios de Arquitectura, que la pintura estaba estrechamente vinculada a su formación, que espacio, tiempo, movimiento y líneas eran vibraciones que deseaba inscribir y escribir en la fugacidad y en el paso inexorable de su existencia.
Todo empezó y se construyó en los años 90: vagabundeos nocturnos en las ciudades adormecidas, primeros cortometrajes en solares abandonados en busca de trastos olvidados, primeras instalaciones en edificios desiertos, y obsoletos, primeras clases de arquitectura en los caminos silenciosos. Primeras reflexiones.
Algunos nombres y palabras resonaban en su joven cabeza, Cézanne, Giacometti, Bacon, Artaud, Picasso, el existencialismo y el verbo, el expresionismo y el gesto, la “beat generation” y el viaje…. y muchos más, asociados todos indudablemente a la palabra libertad. Una palabra que sigue hoy llevándole e interrogándole, a la vez sinónima de exaltación, de contestación y por otra parte marcada por una inexorable temporalidad. ¿Cómo traducir todo esto?
A través de la pintura, escenas elegidas, presencias anónimas que reflejan una gran parte de indecisiones, de dudas y deseos, vinculados a la “insoportable levedad del ser”, como decía Kundera.
"VOLATIL SKIN constituye un conjunto de obras donde reside paradójicamente la aceptación de la inexorable desaparición de cualquier cosa y a pesar de todo, la belleza que cabe en esta fugacidad. Figuras, rostros, paisajes envueltos de una piel volátil, bella porque efímera, libre porque nómada sin identidad y sin límite. "
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